Un interesante artículo de El País de hoy debería hacernos reflexionar sobre qué información publicamos en Internet y si sabemos qué posibles consecuencias puede tener esto para nuestras vidas.

Sobre qué información solemos publicar, ya podemos decir que publicamos todo o casi todo. Desde que nos despertamos (cuántos twitters he leído con «hoy no me puedo levantar», como si eso de verdad importara a todo el mundo), hasta acostarnos (por cierto, con el móvil en la mesita de noche), los datos publicados sobre qué hacemos a lo largo de un día son muchísimos. Además, añadimos información sobre el dónde, a través de aplicaciones come el FourSquare y demás parafernalia geolocalizadora (se nota que no me gusta).

Sobre las consecuencias de esta continua exposición personal, pues, sólo podemos imaginarlas. Yo me quedo con una frase a la que todavía le estoy dando vueltas: «Ahora la información es parte de una cultura de intercambio, donde no sólo escapa al control de quien decide compartirla, sino también al contexto de secuencia temporal y empatía emocional que se asocia con la memoria humana«.

Todo el problema condensado en esta frase. Creo que usaré esta frase en las próximas charlas sobre «Menores, Privacidad y Redes Sociales«. Eso sí, tendré que desestructurarla para hacerla más digerible para el público.