Acto Primero, El Barbero.

Escena: peluquería de barrio, con sus revistas del corazón de hace años esparcidas por ahí. Nadie hace caso a las fechas; total, son todas iguales y siempre repiten las mismas historias.

Comercial Agresivo (CA): «Buenos días».

Barbero (B): «Buenos días», contesta agachando la cabeza.

(CA): «Vengo a por el contrato de este año, que he visto que tienes a un nuevo mozo. Se nota que prosperas…» (tono fanfarrón y amenazador).

(B): «Es que este mes, no me viene muy bien. ¿Se puede pasar el mes que viene?»

(CA): «Bueno, porque eres tú. Pero recuerda que sólo son 412€ y que te los cubre la Fundación Tripartita. Venga, que me voy, que tengo muchos clientes que visitar».

Sin más, se va.

Cliente (C): «Pero, Juanito, con esta barbería, ¿tienes que hacer la protección de datos

(B): «Es que es obligatoria. Si no, me cae una multa del copón. Y, además, es gratis«.

El cliente, escondiendo su real faceta de CISA, DPO de multinacionales, ENISA Subject Matter Expert on Privacy, ISACA Topic Leader on Data Protection, solicita los códigos de inscripción de la barbería a la Agencia Española de Protección de Datos (los códigos estaban secuestrados por el Comercial Agresivo, que no los cedía) y libra al barbero de la exclavitud de los 412€ anuales.

No todos los heroes llevan capa. Aplausos y sipario.

 

Acto Segundo, Reunión de Vecinos

Escena: reunión de copropietarios, aprobación de cuentas.

Presidente pacífico: «A ver, si tenéis dudas sobre las cuentas, preguntad. Si no votamos».

Vecino molesto: «Me gustaría saber por qué pagamos 60€ todos los años para la protección de datos«.

Vecina que lo sabe todo: «Es que eso es obligatorio; si no, nos multan».

Vecino molesto: «Me parece muy bien, pero ¿qué hace la empresa por 60€ al año?»

Vecina que lo sabe todo: «Gestionan nuestros datos».

El vecino molesto, resignado, se sienta y llora en solitario.

Sipario, tristeza.

Acto Tercero, Colegio de Abogados

Escena: sala de ordenadores de un Ilustre e/o Ilustrísimo Colegio de Abogados.

Abogado triste (monólogo interior): «Me cago en la profesionalidad de los compañeros letrados, que dejan autos, demandas, sentencias, notas y certificados en los ordenadores público del Colegio. ¿Será tan difícil cerrar todo y borrar lo que te has descargado/impreso?».

Sipario, tristeza, llantos entre el público.

 

Moraleja

Éstas son tres escenas típicas de la privacidad en España, contadas por un testigo. Empresarios, ciudadanos y profesionales hacen caso omiso de las más elementales normas de seguridad (y hasta de educación cívica) así que, ¿para qué seguir dando la tabarra con esto de la protección de datos?

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