Uno lleva tanto tiempo en esto de la privacidad que, a veces, empieza a dudar hasta de los principios que creía  sólidos e institucionalizados.

Las dudas han aparecido leyendo este artículo (en inglés, The Internet of Things & Wearable Technology) sobre el Internet de las Cosas (Internet of Things, o IoT) y  wearable technologies. El autor, D. Adam Thierer, Senior Research Fellow, Mercatus Center, George Mason University.

De qué va el artículo

El artículo se pasa las primeras 30 páginas (a ojo) hablando de las bondades infinitas del Big Data, asociado al IoT. De vez en cuando, al Sr. Thierer se le escapa que sí, que es cierto que estas nuevas tecnologías pueden tener alguna repercusión negativa sobre la privacidad pero las bondades superan con creces los peligros. Si lo dice él…

Y es tan convicente que, por un momento, hasta me lo creo. Al fin y al cabo, es cierto que las revoluciones tecnológicas siempre han tenido detractores, que anunciaban el fin del mundo (o, por lo menos, del mundo tal y como era hasta la llegada de la novedad).

Pero no, Sr. Thierer, al final no me ha convencido Usted. Entiendo perfectamente que Usted represente a lobbies potentes, pero aquí, en la trinchera de los privacy brigades, resistimos. Ya sabe Usted, cosas de los principios constitucionales.

De qué va el Sr. Adam Thierer

1. ¿Deben los innovadores buscar el imprimatur de las autoridades antes de inventar the next big thing? El Prof. Thierer dice que no.

Bueno, si deben inventar «algo» utilizando la historia de mi vida, mis compras, con quién hablo, cuándo y desde dónde, pues, . O, por lo menos, con mi consentimiento.

2. «No podemos usar las viejas normas del consentimiento porque éste, en la vida moderna, nos lleva a una estructura rígida, burocrática y cara, que se adapta lentamente a las nuevas realidades (pág. 27)».

Sólo puedo entender esta posición desde la óptica de una defensa ciega del lobby de las grandes corporaciones estadounidenses. Me niego a que el consentimiento, MI CONSENTIMIENTO sea visto como una barrera para el progreso científico. Además, niego su acusación de ser parte de los que, con nuestro pensamientos sobre la privacidad, seamos los que «discourage(s) activities that benefit society» (pág. 27). Desde luego, güevos no le faltan al profesor.

3. Adoptar una posición que atiende a la limitación de las finalidades de las recogidas (y posterior tratamiento) de datos personales, impedirá que importantes innovaciones vean la luz (pág. 28).

Esta afirmación no está fundamentada. Y no vale recurrir a la censura, Galileo y la Primera Enmienda. Estas falsas especulaciones pueden valer para sus alumnos creacionistas, pero aquí, en Europa, no cuelan (espero).

4. Los reguladores no tienen ni idea y no pueden prever todas las posibles consecuencias, negativas y positivas, emanantes de estas tecnologías (pág. 29).

Hombre, que la clase política ande algo desacreditada en estos días, no justifica que debamos prescindir de sus servicios y dejar manos libres a las empresas (¿y a los Gobiernos también?) para recabar todos los datos personales que les venga en gana.

5. «We must not convert every ethical directive or societal norm—no matter how sensible—into a legal directive» (pág. 30).

Y con esto, definitivamente, dudo de la honestidad intelectual de D. Adam Thierer.

6. Como IoT y las wearable technoligies están siempre encendidas, es difícil aplicar las viejas normas del consentimiento.

Me permito contestar a esta afirmación con esta frase: «Technologists designed systems to make privacy impossible«, sacada de este artículo también en inglés. La afirmación de que las nuevas tecnologías son cada vez más pequeñas (pág. 35) y por eso no pueden informar al afectado sobre el uso de sus datos personales es, simplemente, infantil.

7. «Privacy is too subjective to have policymakers or academics dictating outcomes based on their own preferences«. E con questo, ho detto tutto«, como decía Peppino.

 

Conclusiones

Artículos como éste que brevemente he comentado son sólo un ejemplo de los ataques interesados contra un derecho fundamental. A través de posiciones interesadas y pseudo-científicas, se intenta disminuir el valor de un derecho fundamental, en aras de un progreso no exento de peligros.

Se está librando una batalla importante sobre el concepto de privacidad. O defendemos la misma como un derecho fundamental, con sus garantías, o la baratamos por unas fotos de cumpleaños en Facebook.

 

Y tú, ¿de qué parte estás?