A través de la revista digital de wired.com, me entero de un curioso caso en un instituto de enseñanza secundaria del Estado de la Estrella Solitaria (Texas).

Resulta que el Instituto John Jay High School obliga a todos sus estudiantes adolescentes a llevar, colgada del cuello, una tarjeta identificativa con RFID (para los interesados sobre el RFID, aquí hay un resumen de la situación). El motivo del uso de estas tarjetas es que el instituto público cobra subvenciones en función de los alumnos asistentes a clase (y no según el número de los inscritos). El esquema de concesión de la subvención es de x$/día/alumnos. De ahí, la necesidad de demostrar fehacientemente a las autoridades gestoras de las subvenciones el número de alumnos presentes en clase cada día, a través de este sistema de geolocalización por radio-frecuencia..

Contra esta práctica ha reaccionado una estudiante, que se ha negado a llevar colgada del cuello la dichosa tarjetita. ¿El motivo? Pues, según la familia de la joven, no se trata de un caso de defensa de la privacidad ni de invasión de la intimidad, a través del control de presencia por radio-frecuencia.

No, según la familia de la joven, la cosa es mucho más seria: se trata nada menos de … ¡una práctica demoniaca! La familia Hernández afirma las tarjetas RFID son cosas del demonio. De hecho, el Libro de las Revelaciones 13: 16-18 afirma que:

16 Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente;

17 y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre.

18 Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es 666.

A mí, las tarjetas RFID nunca me gustaron mucho, pero tampoco creo que sean obra de Satán… ¿o sí? Como se les ocurra juntar las tarjetas con una camiseta de Iron Maiden la liamos fijo.